
Violencia de género: mapa y territorio
«No te mueras por mi» es un libro que la Asociación Vida Mujer, de Perú, ha puesto a disposición de quien quiera en Internet: http://www.notemueraspormi.com/
El libro recopila las notas (reales) que 25 mujeres recibieron, escritas por sus parejas para pedir perdón después de haberlas agredido. Puede abrirse por ambos lados: el Lado Blanco ilustrado con las notas de amor / el Lado Negro ilustrado con lo que ocurrió después de la carta. Su finalidad es señalar el patrón del Ciclo de Violencia descrito por Walker: la tensión aumenta-el maltratador agrede-se arrepiente/ corteja-… hasta que la tensión aumenta y el ciclo vuelve a sucederse. La violencia machista es un tema relacionado con el poder y el control, en el que lo «amoroso» del cortejo y el arrepentimiento verbalizado no influye en la no recurrencia.
Hace años dirigí durante un tiempo lo que se conoce en Servicios Sociales como un «Centro de Acogida para Mujeres Víctimas de Violencia de Género y sus Hijos e Hijas». Un recurso así concilia 1) ayudar a las residentes a recuperarse y construir una nueva vida sin avasallarlas, con 2) los plazos y políticas de las Administraciones Públicas . En principio, se crearon para que las mujeres tuvieran ubicaciones seguras donde no pudieran ser localizadas por el maltratador.
Cuando me tocó a mi, el perfil de mujer había cambiado y tratábamos de diseñar un lugar donde mujeres completamente devastadas y, además, en riesgo de exclusión social (o en exclusión social ya) tuviesen un sitio donde permanecer durante un tiempo limitado, con la ayuda especializada necesaria, mientras iniciaban su andadura hacia una vida autónoma (entendiendo autonomía como ejercer el control sobre sus propias vidas) .
El daño psíquico correlaciona inversamente con la agilidad para alcanzar la autonomía necesaria para vivir si no ya plenamente, al menos funcionalmente. Soy psicóloga forense y psicoterapeuta, me dedico a abordar el daño psíquico o trauma en situaciones muy variadas: agresiones/abuso psicológico, físico, sexual, etc. La mayor parte de las mujeres con las que trabajé entonces las habían sufrido TODAS, y varias veces.
Este post no es para contar las historias de las mujeres que vivían allí, ya que les pertenecen exclusivamente a ellas, sino para reflexionar sobre una «regla heredada», una cuestión sometida a debate (como casi todo lo que dependía del equipo técnico) , y cuya resolución acababa siendo siempre íntima, personal: si alguna de nosotras tenía conocimiento de que una mujer residente en el centro se estaba viendo con su agresor, la mujer se exponía a ser expulsada. Una norma pensada para protegerla, pero que infantilizaba sus decisiones y que equivalía a devolverla a aquello de lo que estaba intentando escapar. Un sinsentido kafkiano, de los que se dan cuando un mapa se elabora sin haber pisado el territorio.
No es fácil entender por qué una mujer que inicia un proceso tan costoso en lo personal, (además de en lo social, familiar y judicial) de separación por violencia de género, decide volver a ver al hombre que la maltrata. Las psicólogas especializadas en esto nos vamos haciendo una idea de qué está debajo de este deseo; pero cada historia es diferente. Por eso las mujeres que atraviesan estas situaciones (que, por otro lado, no entiende de clases sociales) valoran, sobre todas las ayudas, la psicológica: entre otras muchas cosas, es la única que no les juzga, no les pone plazos y las ayuda a a entender lo que ocurre, que es el único camino para alcanzar la autonomía.
Etiquetas: centros de acogida, daño psíquico, dependencia emocional, maltrato, superviviente, víctima, violencia de género
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